Aisthesis radical: conocimiento por los sentidos.
Acompañamientos/mediaciones/visitas [museos, espacio público...] no divulgativas ni turísticas.
Acompañamientos/mediaciones/visitas [museos, espacio público...] no divulgativas ni turísticas.
Perspectivas críticas.
Narraciones contrahegemónicas. Relatos emancipadores. |
Experimentaciones anómalas.
Contemplación suculenta. Canibalismo estético. |
Reactivación experimental del patrimonio público, urbano/natural.
CONTACTO
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aisthesis
El tipo de ‘progreso’ y la modernización que hemos hecho nos lo ha puesto muy difícil en cuanto a la experiencia sensible del mundo [ ¿Qué mundo? ¿quién puede jactarse de verdad de pisarlo, rozarlo, tocarlo?] También en cuanto a la práctica de un tipo de atención que el orden imperante no necesita en ningún caso. Antes al contrario: la cualidad del día que nos es dado se caracteriza por la dificultad de ser rozado, experienciado, vivido y habitado. Las casitas digitales que nos han construido y que con alegre complacencia amueblamos con nuestros enseres personales, o el inquietante gesto de hacer deslizar imágenes sobre la pantalla, son la comunión para la que hoy no existe herejía alguna.
Un grupo semiclandestino de radicales de la experiencia estética toma, ante las los objetos y las formas hechas para ser miradas una postura extraña y les dedican una especie de atención sostenida. Lo llaman estésis práctica que busca la realización en experiencia del objeto que miran. Esto es, por fin, verlo. Lo importante para ellxs es resistirse a la satisfacción del juicio, a la comodidad del estudio, desconfiar de los placeres de la interpretación, sin imposibilitar la crítica o el aprendizaje. Un espíritu de generosidad caracteriza su mirada cuando se preguntan qué podía necesitar la obra de ellxs. Este es un secreto –y como tal también un arma– que merece la pena ser revelado y compartido.
Elie Faure: las formas que vemos, sólo viven por las transiciones que las unen unas a otras y gracias a las que nuestro espíritu puede regresar al manantial común que no es ni nacimiento ni muerte, sino la vida permanente y confusa que florece a cada momento para marchitarse al punto y florecer de nuevo en inacabables metamorfosis. El artista cree haberse apoderado de esa ley, la acción toda del tiempo, la acción toda del mundo vienen a parar en la suya por eso es preciso que nos reconozcamos en ella.
No obstante, la idea de que al hacer experiencia todos somos el artista –que lo es la muchedumbre a la que pertenecemos y que somos nosotros quienes pintamos esos cuadros que dicen lo hermosos, obedientes o rebeldes que somos– nos exige reconocer que sólo algunas personas han osado tomar el mundo verdaderamente como un medio creador. En ocasiones no se llaman a sí mismas artistas y revolucionarias y sin embargo lo son. Las consecuencias de aprender esa lección sobre el atrevimiento y la osadía pueden ser verdaderamente inesperadas, improblables, pero posibles.
acompañamiento
Por nuestra parte, nos encargamos de elegir en el museo algunas obras de arte, o algunos espacios de la ciudad o naturaleza. Decidirse por unas formas para mirar y continuar luego por otra…no es fácil: además del esfuerzo por sustraerse de la mirada que se supone hay que dedicarles, casi nunca aparecen donde se necesita. Hay que lavarse los ojos muchas veces. Cada forma es distinta y no son intercambiables en ningún caso. Nunca son sólo un tema o una técnica. Incluso la misma forma parece distinta si se contempla en momentos distintos, si estamos o somos afectados de distinta manera.
Nuestro tempo durante la visita es andante: al paso, tranquilo, pero vivaz. No deambulamos, seguir juntxs un camino. Creado para ti, para nosotrxs –si es que una palabra así puede usarse sobre lo que aún no somos, no al menos hasta que ese nosotrxs se declare por sí mismx–. Será una visita única en cuanto a que muy pronto, surgidas del fluir del mundo aparecerán nuevas formas. Nuestro encuentro también es en cierto modo único, azaroso.
Durante esta visita no hacemos de ‘guías’ exactamente –tan mal se nos da guiar como seguir, decían los viejos anarquistas–. Más bien de medianeros, de psicopompos, pasantes, zapadores, traficantes que somos también unos cuerpos y unas voces que intentarán mantener al que busca en su rumbo, ese rumbo en el que cada unx está sólx en su búsqueda y en el que no deja de buscar.
Mientras dure la visita tu generosidad es la de la escucha y la de la atención. Es una escucha y una atención al menos cuádruple:
___ hacia la obra o la forma. Puedes pregúntarla qué necesita;
___ hacia las voces. Nosotros te hablaremos, os hablaremos muy de cerca, con cuidado, pero por nuestra garganta hablarán también otras voces que no son las nuestras. Hay un trabajo hecho que, como en las pelis o en el teatro, se te ofrece y ofrece a todxs y que dura un tiempo, pero puedes y otrxs podrán tomar la palabra, con libertad, en cualquier momento;
___ hacía ti mismx, la escucha y atención de sí, por los sentidos que se despiertan ante la obra y que nos pueden mover con ella hacia un lugar llamado vida;
___hacia lxs otrxs. Otras personas están leyendo esto mismo que lees tú, y en el museo hay más personas. Esta será una compañía a la que también merece la pena atender.
Será entonces como un juego de señales entrecruzadas y coexistentes que habrá que combinar como mejor podamos.
Nuestro tempo durante la visita es andante: al paso, tranquilo, pero vivaz. No deambulamos, seguir juntxs un camino. Creado para ti, para nosotrxs –si es que una palabra así puede usarse sobre lo que aún no somos, no al menos hasta que ese nosotrxs se declare por sí mismx–. Será una visita única en cuanto a que muy pronto, surgidas del fluir del mundo aparecerán nuevas formas. Nuestro encuentro también es en cierto modo único, azaroso.
Durante esta visita no hacemos de ‘guías’ exactamente –tan mal se nos da guiar como seguir, decían los viejos anarquistas–. Más bien de medianeros, de psicopompos, pasantes, zapadores, traficantes que somos también unos cuerpos y unas voces que intentarán mantener al que busca en su rumbo, ese rumbo en el que cada unx está sólx en su búsqueda y en el que no deja de buscar.
Mientras dure la visita tu generosidad es la de la escucha y la de la atención. Es una escucha y una atención al menos cuádruple:
___ hacia la obra o la forma. Puedes pregúntarla qué necesita;
___ hacia las voces. Nosotros te hablaremos, os hablaremos muy de cerca, con cuidado, pero por nuestra garganta hablarán también otras voces que no son las nuestras. Hay un trabajo hecho que, como en las pelis o en el teatro, se te ofrece y ofrece a todxs y que dura un tiempo, pero puedes y otrxs podrán tomar la palabra, con libertad, en cualquier momento;
___ hacía ti mismx, la escucha y atención de sí, por los sentidos que se despiertan ante la obra y que nos pueden mover con ella hacia un lugar llamado vida;
___hacia lxs otrxs. Otras personas están leyendo esto mismo que lees tú, y en el museo hay más personas. Esta será una compañía a la que también merece la pena atender.
Será entonces como un juego de señales entrecruzadas y coexistentes que habrá que combinar como mejor podamos.
museo
Hacer una experiencia del viejo Museo del Arte no es cosa fácil. Casi todo se nos escapa de las obras que cobija, bien por nuestro desconocimiento material de sus historias, o bien porque en el museo ese arte se nos exhibe como separado o sustraido del uso común, como un catálogo de formas decisivas para ayer que, a pesar de su hermosura o su importancia, hoy ya no lo serían tanto. [¿Qué iban a contarnos de nuestra vida de hoy todos esos cuadros? ] Parecen tan sólo disponibles para expertos y especialistas o para el turista o el niño en edad escolar, prácticamente sus únicos habitantes hoy, como sabrán lxs que acudan a este museo con asiduidad.
Invitar a la contemplación de unas formas artísticas a las que se supone ya se le habría dedicado ‘demasiada atención’, parece un despiste, o poca cosa. Nosotros lo vemos como una feliz contramarcha. El Museo es difícil también por la forma en que se lo mira, por las narraciones que se imponen, por las atribuciones de la experiencia que se supone está ya dada o ha sido prescrita desde afuera de nuestros cuerpos.
Muchos otros trabajos se han interrogado sobre la institución museística como máquina de producción de significados, legitimidades y desligitimidades, donde la representación que se alcanza por el arte no es más que el vehículo de la hegemonía cultural en pugna. Pero nuestra preocupación principal no es la institución museo [y casi ninguna otra institución … ¿salvo aquella que se llama Realidad?] . Por otro lado, adentrarse en él como un extranjero o un niño, no deja de ser tentador. Incluso sepultadxs por los anales, los catálogos, los archivos y el olvido mismo, perdidxs y desmaravilladxs por la obra de arte del mundo que fue, hay que admitir que el arte de estas obras no ha sido liquidado, cerrado, dicho ya por fin, del todo. La Marea Verde y La Marea Blanca, por ejemplo, inventaron durante su visita al museo –que incluso renombraron como el Prado Blanquiverde– una nueva observación para Goya, verdaderamente actual. Es teniendo en cuenta estos saberes y prácticas que surgen por abajo cómo los intelectuales y los artistas aprendemos de quienes pensamos no podemos aprender nada.
Hay que admitir que la obra sigue estando ahí, a veces dormida, pero esperando adoptar una nueva vida. Sus formas y vibraciones de color, lo posible que se abre a partir de sus efectos sobre nosotros se nos sigue ofreciendo a todxs y cada cual puede reflejarse o refractarse como quiera. Las formas del arte nos observan atentas con miradas familiares, decía el poeta. Siempre abiertas a lo imprevisto de la experiencia que todavía es posible hacer por ellas.
Muchos otros trabajos se han interrogado sobre la institución museística como máquina de producción de significados, legitimidades y desligitimidades, donde la representación que se alcanza por el arte no es más que el vehículo de la hegemonía cultural en pugna. Pero nuestra preocupación principal no es la institución museo [y casi ninguna otra institución … ¿salvo aquella que se llama Realidad?] . Por otro lado, adentrarse en él como un extranjero o un niño, no deja de ser tentador. Incluso sepultadxs por los anales, los catálogos, los archivos y el olvido mismo, perdidxs y desmaravilladxs por la obra de arte del mundo que fue, hay que admitir que el arte de estas obras no ha sido liquidado, cerrado, dicho ya por fin, del todo. La Marea Verde y La Marea Blanca, por ejemplo, inventaron durante su visita al museo –que incluso renombraron como el Prado Blanquiverde– una nueva observación para Goya, verdaderamente actual. Es teniendo en cuenta estos saberes y prácticas que surgen por abajo cómo los intelectuales y los artistas aprendemos de quienes pensamos no podemos aprender nada.
Hay que admitir que la obra sigue estando ahí, a veces dormida, pero esperando adoptar una nueva vida. Sus formas y vibraciones de color, lo posible que se abre a partir de sus efectos sobre nosotros se nos sigue ofreciendo a todxs y cada cual puede reflejarse o refractarse como quiera. Las formas del arte nos observan atentas con miradas familiares, decía el poeta. Siempre abiertas a lo imprevisto de la experiencia que todavía es posible hacer por ellas.
Museo de las artes y tradiciones populares
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ARQUEOLÓGICO
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