CREACIÓN · EXPOSICIÓN
|
Mohammad Abou El Naga, Claire Angelini, Monika Anselment, Tayseer Barakat, Juan-Ramón Barbancho, Antonia Bisig, Dragana Brankovic, Christine Bruckbauer y Patricia K. Triki, Hommarus W. Brusche, Wojciech Cieśniewski, Carlos Correia, Federico Guzmán, Peter Hauenschild, Sofía Jack, Annie Kurkdjian, Hela Lamine, Gisele Ribeiro, Simeón Saiz Ruiz, Belén Sánchez Albarrán, Marek Szymański, Yasemir Nur Toksay, Wolfgang Wirth. [En las traducciones me ayudaron Kinda Youssef, Nicolas P. R., Johann Kaucher, Jorge R] |
Aquí se cumple la voluntad de la tierra que da cobijo y frutos para todos
Rafael Sánchez-Mateos Paniagua
Si bien en este momento no parece haber ninguna gran revolución en marcha, un reajuste de la percepción (y de la acción) permite redescubrir una pequeña pero intensa red de resistencias, luchas y solidaridades que nos permiten imaginar una respuesta a la pregunta compartida por los artistas de este proyecto “¿dónde se ha ido la dignidad? ¿dónde se ha ido la solidaridad y la esperanza, la lucha?”.
Frente a la hostilidad general que se propaga en las catedrales del Estado aún hay vidas que practican la hospitalidad y el apoyo mutuo. La pequeñez en la que parece haberse instalado lo político revela, antes que una impotencia, una dimensión menor, inminentemente pública y popular y ésta es justamente su potencia para volverse colectiva. A falta de una gran ruptura política que explote en un ahora revolucionario seguimos contando con la vida entera para alumbrar gestos y voces que traigan y hagan ya otro mundo, aunque parezcan insuficientes respecto del gran desastre capitalista. La acumulación masiva de estas voces y gestos, su intensificación popular, su saturación histórica o su incremento sentimental, afectivo y afectante, son nuestra única esperanza en tiempos de desesperanza.
Al rechazo de personas refugiadas y extranjeras y a la expulsión de los otros de nuestras vidas puede oponérsele un gesto de acogida y bienvenida que, como en el “Grito Hacia Roma” del poeta Federico García Lorca, cumpla la verdadera voluntad de la tierra que da cobijo y frutos para todos. Tierra que es objeto de explotación, privatización y monetización y por ello también lo son también las personas y vidas que la habitan.
El trabajo artesano que he realizado quiere ayudar a nombrar y señalar materialmente esa contramarcha respecto del egoísmo humano: ayudar a nombrar mediante estas tablillas de cerámica el gesto de esa comunidad dispersa y diversa que aún es capaz de combinarse con la tierra y sus habitantes de un modo más justo, hospitalario y bello. También me gustaría ayudar a propagarlo y ponerlo en movimiento.
Este mensaje de acogida puede encontrarse en muchas casas religiosas de caridad o beneficiencia que ayudan a los desamparados. Placas o baldosines en las que aparecen figuras de santos, vírgenes o pobres, en bajorrelieve o pintados, y que suelen instalarse en la entrada junto a las puertas. He tratado de paganizar, desacralizar y extender ese gesto volviéndolo testimonio de un espíritu de fraternidad que ya no es religioso sino político, aprendiendo como artista de todas las personas que -perenne ternura desgranada- abrieron sus casas a otras personas, que siguen acudiendo a parar desahucios, que organizan comedores populares y bancos de alimentos e inventan maneras de permanecer juntos volviendo sus vidas refugio y hogar material de la utopía.
Rafael Sánchez-Mateos Paniagua
Si bien en este momento no parece haber ninguna gran revolución en marcha, un reajuste de la percepción (y de la acción) permite redescubrir una pequeña pero intensa red de resistencias, luchas y solidaridades que nos permiten imaginar una respuesta a la pregunta compartida por los artistas de este proyecto “¿dónde se ha ido la dignidad? ¿dónde se ha ido la solidaridad y la esperanza, la lucha?”.
Frente a la hostilidad general que se propaga en las catedrales del Estado aún hay vidas que practican la hospitalidad y el apoyo mutuo. La pequeñez en la que parece haberse instalado lo político revela, antes que una impotencia, una dimensión menor, inminentemente pública y popular y ésta es justamente su potencia para volverse colectiva. A falta de una gran ruptura política que explote en un ahora revolucionario seguimos contando con la vida entera para alumbrar gestos y voces que traigan y hagan ya otro mundo, aunque parezcan insuficientes respecto del gran desastre capitalista. La acumulación masiva de estas voces y gestos, su intensificación popular, su saturación histórica o su incremento sentimental, afectivo y afectante, son nuestra única esperanza en tiempos de desesperanza.
Al rechazo de personas refugiadas y extranjeras y a la expulsión de los otros de nuestras vidas puede oponérsele un gesto de acogida y bienvenida que, como en el “Grito Hacia Roma” del poeta Federico García Lorca, cumpla la verdadera voluntad de la tierra que da cobijo y frutos para todos. Tierra que es objeto de explotación, privatización y monetización y por ello también lo son también las personas y vidas que la habitan.
El trabajo artesano que he realizado quiere ayudar a nombrar y señalar materialmente esa contramarcha respecto del egoísmo humano: ayudar a nombrar mediante estas tablillas de cerámica el gesto de esa comunidad dispersa y diversa que aún es capaz de combinarse con la tierra y sus habitantes de un modo más justo, hospitalario y bello. También me gustaría ayudar a propagarlo y ponerlo en movimiento.
Este mensaje de acogida puede encontrarse en muchas casas religiosas de caridad o beneficiencia que ayudan a los desamparados. Placas o baldosines en las que aparecen figuras de santos, vírgenes o pobres, en bajorrelieve o pintados, y que suelen instalarse en la entrada junto a las puertas. He tratado de paganizar, desacralizar y extender ese gesto volviéndolo testimonio de un espíritu de fraternidad que ya no es religioso sino político, aprendiendo como artista de todas las personas que -perenne ternura desgranada- abrieron sus casas a otras personas, que siguen acudiendo a parar desahucios, que organizan comedores populares y bancos de alimentos e inventan maneras de permanecer juntos volviendo sus vidas refugio y hogar material de la utopía.