CREACIÓN · MEDIACIÓNE ESTÉTICA
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Con Rafael SMP, Paula Valero, Olga Fernández López, Diego del Pozo, Magui Dávila (Las Lindas Pobres), Jesús Ming (KOTTÉ), Rigo Pex (Meneo), Las Raras, Los Bárbaros, Manuela Zechner, Alejandra de Diego (Qiteria), Margarita Padilla (Login), D.E.F. DiálogosElectroFlamencos, Santi Barber, Pedro Jiménez (ZEMOS98), Alicia Acuña, El Corofón, Janna Graham y Poderío Vital. |
lo estable, lo inestable y el equilibrio
Si como decía un filósofo todas las cosas las timonea el rayo no podemos más que imaginar modos de hacernos con la brecha que surge de su chasquido sobre la la tierra y sobre nosotros. ¿Fascinados por la inestabilidad? No. Hemos conocido las Malas Artes en la desestabilización que practican aquellos que buscan estabilizarlo y controlarlo todo. Las ‘crisis’ mismas han adquirido ese nombre a razón de lo que se pretende reestructurar. Así que quizá antes que anhelar una estabilidad que sólo existe bajo control, o un orden tranquilizador levantado sobre la pacificación de todo conflicto, quizá podríamos tratar de buscar para la vida un equilibrio habitable –armonía lo llamarán lxs más osadxs– como cuando al acompañar un paso a otro, y a la vez calibrar el oído, el niño comienza a andar. Como en él, ese equilibrio se nos aparece de repente y luego desaparece hasta que comprendemos que el movimiento y el cambio ritmados son la condición del equilibrio. Al final lo incorporamos y apenas percibimos el enorme esfuerzo sensorial que supone. Caminamos sin más y ese equilibrio nos parece dado, siendo por el contrario, fruto de nuestro infantil esfuerzo y empeño.
Ese esfuerzo es la senda misma. La búsqueda de ese equilibrio es el arte de mostrarse disponible ante lo creado y para la creación, que no es sino sorprender las leyes de la vida en su dinamismo y su acontecer. Ese equilibrio es aprender a caminar, o tratar de encontrar la palabra que falta para decir cuando las palabras parecen no decir nada, o alcanzar a ver algo cuando hay demasiada luz o está demasiado oscuro. Elie Faure, otra vez: destellos de armonía conquistados por un pueblo sobre la oscuridad y el caos que necesariamente le preceden, le siguen, le envuelven.
El Museo del Arte es generoso en materias altamente inestables. Apenas hayamos descubierto las formas del Imperio, surgirán las voces, los cuerpos que lo combaten, los gestos que lo agrietan, las entidades difíciles de atrapar que dan cuenta de la mudanza, del cambio, de la alteración, de la intermitencia, de la latencia, de la fuerza, la ruptura o simplemente la vida en que podemos reconocernos y que declaran la posibilidad de encontrar de nuevo ese equilibrio allí donde sólo parece haber caos o despotismo.
Si como decía un filósofo todas las cosas las timonea el rayo no podemos más que imaginar modos de hacernos con la brecha que surge de su chasquido sobre la la tierra y sobre nosotros. ¿Fascinados por la inestabilidad? No. Hemos conocido las Malas Artes en la desestabilización que practican aquellos que buscan estabilizarlo y controlarlo todo. Las ‘crisis’ mismas han adquirido ese nombre a razón de lo que se pretende reestructurar. Así que quizá antes que anhelar una estabilidad que sólo existe bajo control, o un orden tranquilizador levantado sobre la pacificación de todo conflicto, quizá podríamos tratar de buscar para la vida un equilibrio habitable –armonía lo llamarán lxs más osadxs– como cuando al acompañar un paso a otro, y a la vez calibrar el oído, el niño comienza a andar. Como en él, ese equilibrio se nos aparece de repente y luego desaparece hasta que comprendemos que el movimiento y el cambio ritmados son la condición del equilibrio. Al final lo incorporamos y apenas percibimos el enorme esfuerzo sensorial que supone. Caminamos sin más y ese equilibrio nos parece dado, siendo por el contrario, fruto de nuestro infantil esfuerzo y empeño.
Ese esfuerzo es la senda misma. La búsqueda de ese equilibrio es el arte de mostrarse disponible ante lo creado y para la creación, que no es sino sorprender las leyes de la vida en su dinamismo y su acontecer. Ese equilibrio es aprender a caminar, o tratar de encontrar la palabra que falta para decir cuando las palabras parecen no decir nada, o alcanzar a ver algo cuando hay demasiada luz o está demasiado oscuro. Elie Faure, otra vez: destellos de armonía conquistados por un pueblo sobre la oscuridad y el caos que necesariamente le preceden, le siguen, le envuelven.
El Museo del Arte es generoso en materias altamente inestables. Apenas hayamos descubierto las formas del Imperio, surgirán las voces, los cuerpos que lo combaten, los gestos que lo agrietan, las entidades difíciles de atrapar que dan cuenta de la mudanza, del cambio, de la alteración, de la intermitencia, de la latencia, de la fuerza, la ruptura o simplemente la vida en que podemos reconocernos y que declaran la posibilidad de encontrar de nuevo ese equilibrio allí donde sólo parece haber caos o despotismo.